Vivimos en una era inmersa en la economía del conocimiento, donde la información se convierte en un elemento fundamental para la generación de valor en nuestra empresa, cuando esta se transforma en conocimiento. Así pues, se ha producido una transformación en el concepto de competitividad, en un mundo en el que los productos y los servicios se diseñan con el objetivo de satisfacer las necesidades del cliente/a. Este cliente/a cuenta con múltiples ofertas y tiene acceso a todo tipo de información, por lo tanto, cada vez más lo que marca la diferencia en la elección de un servicio es la calidad integral del mismo. El compromiso y la motivación de los/las trabajadores/as con su empresa se convierten pues un factor clave para la existencia de un crecimiento exponencial de nuestra organización, ya que de su grado de engagement con la organización dependerá que la experiencia de los/las clientes/as sea negativa, positiva o excepcional.
El talento de nuestro equipo humano es lo que diferencia hoy en día a una organización de otra.
Porque como dijo Michael Hammer:
"El secreto del éxito no es prever el futuro sino construir una organización capaz de prosperar en cualquiera de los futuros que no podemos prever"
Pero, ¿qué papel juega esta sostenibilidad ambiental en la gestión del talento?
Si lo que se busca es ser una organización con proyección y crecimiento, es esencial que la empresa busque atraer y retener talento y, actualmente, existe una variable con un potencial de engagement que destaca claramente por encima de otros factores: la cultura corporativa. Formar parte de una empresa que nos represente en valores similares a los personales es determinante para fomentar la motivación intrínseca y la autorrealización de los/las nuestros trabajadores/as, aspectos que son determinantes en la atracción, la retención y el desarrollo del talento.
Las nuevas generaciones destacan por la importancia que otorgan a la cultura de la compañía, a sus valores y la misión que tiene esta en la sociedad. Tal como nos indica la teoría de los Stakeholders, en los grupos de interés se encuentra la posibilidad de obtener múltiples ventajas competitivas que nos permitan diferenciarnos como organización, ya que para tener éxito en un negocio es esencial crear valor: valor para los clientes, para los proveedores, para los accionistas y para la comunidad. Si dejamos de crear valor para cualquiera de estos grupos una empresa no tiene opción de sobrevivir. Trabajar bajo una responsabilidad ambiental es hoy en día sinónimo de valor y se convierte en un atractivo tanto para la sociedad y el/la cliente/a como para el trabajador/a. Además, aumenta el impacto de aceptación de la marca de una empresa en la sociedad, provoca un cambio favorable de percepción de los clientes con la marca y genera una valoración positiva dentro de la organización.
Contar con políticas de sostenibilidad medioambiental crea un prestigio en nuestra organización y es un factor de atracción de talento. Además, no sólo nos permite atraer el talento, sino que también nos permite retenerlo, ya que fomenta un clima laboral basado en valores tales como el respeto, la igualdad y la empatía y deja paso a la existencia de un espacio distendido que abre la puerta a la exposición de ideas y pensamientos diversos. Un espacio donde la innovación puede fluir sin márgenes que la limiten, convirtiendo la empresa en una organización inteligente, un tipo de recurso que nos diferenciará y nos hará únicos como empresa porque es intangible.
Pero todo esto sólo es la punta del iceberg. La realidad es que tan sólo una empresa verdaderamente sostenible tendrá futuro. Y es por eso que es imprescindible que todas las personas que forman parte tomen conciencia de cómo sus funciones contribuyen a la estrategia de esta sostenibilidad. Es decir, hay que desarrollar una cultura integral donde todos/as y cada uno/a de los/las miembros que la conforman, apliquen los principios y valores de la empresa con insight y los desarrollen en cada acción e interacción que realicen, sea de forma interna o externa. Nuestro entorno ha cambiado y hay que buscar nuevas formas de gestionar nuestra organización, planes de acción que nos permitan atraer, retener y desarrollar el nuevo talento, porque tal como dijo Michael Hammer: «El secreto del éxito no es prever el futuro, sino construir una organización capaz de prosperar en cualquiera de los futuros que no podemos prever «.